El son jarocho es la música tradicional de la región llamada Sotavento, que comprende el sur de Veracruz, parte de Oaxaca y Tabasco. Los campesinos y vaqueros de esas tierras, cuando se celebran bautizos, quinceaños, bodas o ceremonias religiosas en memoria de los difuntos, se reúnen a tocar, cantar y bailar sones jarochos. Pero no es necesario celebrar una fiesta para que el son se escuche por las llanuras sotaventinas, porque se trata de una expresión musical que acompaña la vida cotidiana.
En días comunes y corrientes, al final de una dura jornada en el campo donde el ganado y la siembra, sumados al sol y el calor sofocante, exigen un trabajo fuerte, los hombres toman sus instrumentos y, acompañados tal vez de aguardiente, cerveza o una fresca agua de guanábana, se dejan llevar por versos y melodías que aprendieron de sus padres y que estos a su vez aprendieron de sus padres.
La poesía del son jarocho
La mayoría de los versos de esta música son tan antiguos que no tienen autor, pero nos hablan de cosas que continúan ahora siendo como antes: la vida del campesino, sus amores, sus tristezas, la flora y la fauna que forma parte de su vida. Al oír estas canciones nuestros oídos se pueblan de pollos, gallinas, pájaros cantores, vacas, toros, flores, chiles verdes, olas de mar, mulatos, negros, marineros, con una sencillez que estremece. La belleza de estos versos radica en la poesía del lenguaje sencillo que expresa la vida cotidiana y la imaginación de los hombres de esta región. Poesía que puede verse y oírse:
Salen los pollos corriendo
por la puerta y por la reja,
por la puerta y por la reja,
salen los pollos corriendo.
–
Y la gallina diciendo
qué maldita comadreja,
qué maldita comadreja,
todo se lo está comiendo.
–
Lázaro Patricio,
tu sombrero ya voló,
por el aire va diciendo
que este amor ya se acabó.
–
Anda, Lázaro Patricio,
tu sombrero va volando.
Nos dejaremos de ver
pero de querernos ¿cuándo?
Los instrumentos del son jarocho

El son jarocho se ejecuta con una o varias jaranas (instrumentos de cuerda de la familia de la guitarra, que puede tener varios tamaños) y un requinto (instrumento de cuerda, relacionado con el tres cubano, que lleva la melodía) y, por supuesto, con los bailadores que hacen resonar con sus pies la tarima (estructura de madera donde se baila), dando forma a la percusión característica de esta música.
Con frecuencia, a estos instrumentos se suman una leona (instrumento de cuerdas que hace la función de un bajo), una quijada de burro (instrumento de percusión que, como lo indica su nombre, es literalmente una quijada de burro, que al ser golpeada produce un sonido de cascabel debido a que las muelas se encuentran un poco flojas), en ocasiones aparece un marimbol (instrumento que consta de placas de metal fijadas a una caja de madera, las cuales al percutirse producen un sonido bajo, que tiene su origen en África) e incluso se usa arpa, violín y harmónica.
La música del son jarocho es hipnotizante. Se caracteriza por melodías que siguen el movimiento de un laberinto que siempre vuelve al punto inicial, el canto que no busca la perfección técnica sino la expresividad y la repetición que, como en las oraciones religiosas, lleva a los oyentes a un estado especial de ensoñación mecida por las percusiones de los bailadores y las quijadas de burro, que muestran con orgullo su origen africano, y el sonido sincopado de las jaranas y el requinto, que recuerda antiguas composiciones barrocas europeas.
Origen del son jarocho

Luego de recorrer la Península de Yucatán y de hacer contacto con grupos indígenas en Tabasco, Hernán Cortés y sus hombres arribaron a costas que tiempos después llamaríamos veracruzanas y fundaron los primeros ayuntamiento y capilla de México. Así comienza la historia del son jarocho, la música de los campesinos de estas tierras, música que es la expresión de la visión del mundo, de la vida cotidiana, del amor y la muerte de la gente de esta región marcada por el mestizaje.
El estado de Veracruz se extiende a lo largo de la costa oriental mexicana, el Golfo de México. Su ubicación geográfica lo ha convertido desde época prehispánica en zona de encuentros, fusiones y nacimientos de expresiones culturales peculiares. Durante la época colonial, el puerto Veracruz era el cruce de caminos del comercio global, era la puerta de entrada de toda clase de mercaderías, así como de hombres africanos que eran obligados a trabajar en plantaciones de caña, haciendas y minas.
El son jarocho es el resultado del encuentro y la fusión de, sobre todo, la música de Andalucía (y su vena árabe), la música indígena de la región y, por supuesto, la música de los esclavos africanos. La primera noticia que se tiene del son jarocho está fechada en el año 1766, con la denuncia que fray Nicolás Romero hace de una música y un baile “sumamente deshonesto”. A partir de entonces, las autoridades religiosas pusieron atención a las manifestaciones culturales que estaban originándose entre esclavos, indígenas, mulatos, marineros, soldados y todos las clases populares del Sotavento.
El son jarocho en sus orígenes fue música clandestina, de resistencia, música de rebeldía de una cultura que fue naciendo a contrapelo de las injusticias y la pobreza. “El chuchumbé” fue una de las canciones estigmatizadas debido a sus versos juguetones cargados de referencias sexuales. Las denuncias contra este tipo de canciones permitieron que las autoridades identificaran las fiestas donde se bailaba y se cantaba el son jarocho, las cuales aún llamamos fandangos.
Durante el siglo XIX, la popularidad del son jarocho y su fandango se extendió en la población veracruzana. Para la Iglesia fue imposible combatir este fenómeno, a pesar de que fomentó la idea de que el son jarocho era la música del diablo. Con el paso del tiempo, esta música se fue complicando cada vez más y surgieron reglas y códigos para la creación de los versos y la ejecución de los bailes en el fandango.
El Son jarocho del siglo XX a la actualidad
Al finalizar la Revolución Mexicana, los nuevos gobiernos manipularon los ideales revolucionarios y establecieron estándares y estereotipos culturales que afectaron a la cultura sotaventina. Tras la aparición de la radio, el son jarocho fue desplazado definitivamente por la música ranchera, que se posicionó como la expresión musical de lo “mexicano”. Esta merma cultural, se expresó en la creación comercial de un tipo de son jarocho que hacía uso de una imagen irreal y estereotipada del músico y los bailadores.
Durante esta época y durante las décadas siguientes, los músicos campesinos del Sotavento continuaron ejecutando el son que aprendieron de sus padres y que le escucharon a sus abuelos. Gracias a grupos como Mono Blanco, Los Utrera y Son de Madera, quienes desde los años ochenta trabajaron para que no se olvidaran las canciones y se recuperaran otras, a finales de los años noventa el son jarocho tradicional vivió un renacimiento. Durante aquellos años comenzaron a realizarse fandangos en las ciudades y los jóvenes se trasladaban a las rancherías del sur de Veracruz para aprender a tocar el son directamente de los viejos músicos.
En estos días el son jarocho es considerado patrimonio de Veracruz y México. Músicos de diversos géneros se han acercado a esta música atraídos por las posibilidades de fusión que ofrece. Las jóvenes generaciones siguen entusiasmadas por aprender el son tradicional y mantener esta expresión cultural viva. Grupos como Los Cojolites, Flor de Uvero y Jarocho Barrio y organizaciones como el Centro de Documentación del Son Jarocho, promueven y preservan esta música que va mucha más lejos que ser una sólo una expresión musical, pues en realidad es una forma de vida.