Cuando tenía seis o siete años, en una fecha que la memoria no me deja precisar, llegue a mi casa cuando estaba anocheciendo. Abrí la puerta y vi a mi tío Fernando, en traje de baño, cruzar la sala de la casa y subir el escalón que llevaba al comedor y a los dormitorios. Me quedé helada. Mi tío Fernando había muerto, ahogado mientras nadaba en mar abierto, hacía poco menos de un año.
Corrí a casa de mi abuela, que estaba justo al lado de la mía. “¡Vi a mi tío Fernando!”, le dije, o algo parecido. Mi abuela me miró sin sorpresa. “Es que ya va a cumplir un año”, me contestó, como si ver un fantasma fuera la cosa más natural del mundo. Fuimos a buscar a mi mamá: “Iris acaba de ver a Fernando”, le dijo mi abuela. “Hay que organizar el cabo de año”, fue la respuesta de mi madre.
Lo que más me sorprendió fue la aparente tranquilidad de los adultos ante el hecho de que yo hubiera visto un fantasma. Escuchando sus pláticas me enteré de que el tío Fernando andaba “recogiendo sus pasos”. Esa fue la primera ocasión en que escuché de la vida después de la muerte y de la forma en que los ritos mortuorios ayudan a las almas de los difuntos a encontrar el eterno descanso.
Velorio, entierro y novenario en México
Si bien es cierto que los primeros ritos funerarios que se realizan en México cuando alguien fallece, de acuerdo con la tradición católica, son el velorio de cuerpo presente, el sepelio y el novenario, en el caso de mi tío esto no fue posible. El mar nunca devolvió su cuerpo y no recuerdo que se hayan realizados rezos en los días siguientes, ocupados como estaban los familiares en encontrar sus restos.
Son muchas las culturas en las que se encuentra presente el rito funerario del velorio, tal vez originados por la necesidad de verificar que la persona realmente haya fallecido. En México se cree que en estos momentos el alma todavía no comprende que ha muerto y los rezos durante el funeral ayuda al espíritu a desprenderse de su cuerpo. Los vivos lo acompañan en este proceso y luego lo conducen al camposanto, lugar donde descansarán sus restos.
La intención de los novenarios, es decir, de las misas y rezos que se realizan durante los nueve días que siguen al fallecimiento, es ayudar al alma del difunto a cruzar el purgatorio solicitando a los santos que intercedan para que sus pecados sean perdonados. De este modo, con ayuda de los vivos y sus ritos funerarios, los muertos pueden aspirar al cielo.
Aunque en el caso de mi tío prefiero la versión prehispánica: los ahogados no deben cumplir ninguna prueba como las que existen el Mictlán de los antiguos mexicanos o en el purgatorio católico. Entran de manera directa al lugar de juegos y descanso que es el Tlalocan, uno de los cuatro reinos de los muertos en el México prehispánico.
El cabo de año y los 4 años: rituales funerarios mexicanos
Si bien en la tradición católica, el alma de los difuntos llegan de manera inmediata a su destino: infierno, cielo o purgatorio, de acuerdo con la tradición prehispánica, el tránsito no es rápido. Durante el primer año los muertos recogen sus pasos, es decir, recorren los lugares en los que estuvieron en vida realizando un inventario de sus acciones. El alma está en la tierra de los difuntos pero todavía puede tener contacto con los vivos.
Al final de este año se realiza un novenario, conocido como cabo de año, para despedir al difunto y ayudarlo a cruzar definitivamente. Este año es crucial, porque de no hacerse el tránsito de la manera correcta o de haber dejado asuntos pendientes, puede convertirse en un alma en pena y quedarse atrapada para siempre en esa tierra que está entre el mundo de los vivos y el más allá. De allí la importancia que se da en México a los ritos funerarios.
Recordemos que para los pueblos nahuas del México Antiguo, el viaje de los muertos hasta alcanzar el Mictlán tardaba cuatro años. En el México contemporáneo seguimos acompañando durante ese tiempo el alma de los difuntos hasta que llegan definitivamente al Cielo o, si se prefiere, se unen a la divinidad. El acompañamiento es a través de novenarios durante los primeros cuatro años posteriores a la muerte.
Qué pasa con los difuntos después de cuatro años
Los ritos funerarios en México, como en muchas culturas, además de asegurar el descanso del alma de los difuntos, permite a los deudos vivir su proceso de duelo. Al cabo de cuatro años se tiene la certeza de que nuestros seres queridos descansan en paz en el más allá, desde donde nos miran y nos visitan al menos una vez al año en la fiesta de Día de Muertos.
¿Los muertos recogen sus pasos?, ¿sirven los rezos para que las almas descansen? No lo sé, pero nunca más vi al tío Fernando deambulando por la casa. Así que elijo pensar que es cierto.
¿Conoces otros ritos funerarios en México?, ¿se parecen en los de tu país? Cuéntame en los comentarios.