Muralismo mexicano: el arte que dejó la Revolución

El muralismo mexicano fue la escuela pictórica más importante de México en el siglo XX. Primero, por la ingente cantidad de imitadores y admiradores que generó durante más de treinta años. Después, por el indisimulado rechazo que provocó a la siguiente camada de artistas. En los 60, la Generación de la Ruptura se llamó así por el afán de romper la continuidad del muralismo.

En Caracol Spanish te contamos cómo se originó este movimiento, quienes fueron sus principales exponentes y dónde puedes encontrar hoy día algunas de sus obras más representativas. ¡Sigue leyendo!

El arte que prescribió el doctor

El origen del muralismo se remonta al triunfo de la Revolución mexicana. En 1921, José Vasconcelos es nombrado secretario de educación pública. Recibe a un país casi analfabeta cuyo derecho a la enseñanza básica había sido anulado por una dictadura política. Ve a un pueblo que ignora su historia y no tiene los ojos para leerla. En ese momento, el gran educador mexicano concibe una idea genial.

Vasconcelos había sido rector de la Universidad Nacional y aspiraba a ser presidente de la república. Así que buscó una solución a la medida de sus aspiraciones. Contactó a uno de los grandes genios mexicanos de su tiempo: Gerardo Murillo, apodado Dr. Atl. Éste fue un talentoso pintor y escritor que asimismo incursionó en la geología, filosofía, historia y crítica de arte. Y es a él a quien se considera iniciador del muralismo.

El Dr. Atl había sembrado la semilla del futuro movimiento desde 1910. Ese año inició una serie de gestiones burocráticas para que le permitieran pintar muros de edificios públicos. Pero tristemente ese proyecto se vio interrumpido por la revolución que estalló el 20 de noviembre de ese año. Una década después, con el proyecto educativo vasconcelista, el doctor retomó su prescripción.

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Los muros y la revolución

Bajo la instrucción de Vasconcelos, un grupo de jóvenes pintores fue comisionado para pintar una serie de murales. Se trataba de obras gigantescas que plasmaban escenas fundamentales de la historia patria. Las primeras paredes elegidas fueron las de la Secretaría de Educación Pública y la Escuela Nacional Preparatoria.

Se buscaba, por supuesto, un arte ideológicamente comprometido, que cumpliera con un programa de gobierno. Algo no tan distinto a lo que por esos mismos años ocurría con el “realismo social” de los pintores, poetas y músicos soviéticos.

No pasaría mucho tiempo para que la escuela muralista mexicana cobrara  renombre en el mundo. Se difundió como un auténtico arte emanado de la Revolución. A medio camino entre la innovación estética y la resistencia política, o la reivindicación identitaria. Por primera vez, se retrataba en primer plano el clasismo y el racismo histórico de México. El muralismo se convirtió también en un arte de denuncia.

La primera gran obra del muralismo mexicano

Otro de los primeros recintos intervenidos fue el Extemplo de San Pedro y San Pablo. Actualmente en ese edificio se halla el Museo de las Constituciones. Éste es el hogar actual del mural El árbol de la vida, de Roberto Montenegro. Fechado en 1921, este mural se considera la primera gran obra del movimiento muralista mexicano.

Originalmente, el artista pintó a un San Sebastián semidesnudo, flanqueado por mujeres en actitudes sensuales. Algunas de ellas portaban arcos y el mártir tenía una flecha clavada en un muslo. Los personajes del mural estaban entrelazados mediante una tela que recorría la escena. No obstante, la obra fue modificada. Actualmente muestra a un hombre en armadura con seis mujeres vestidas con túnicas de cada lado. Además, la tela que los conectaba desapareció.

La explicación de estos cambios es fácil de deducir. Esta obra pertenece a la primera etapa del muralismo. Este periodo se caracterizó por seguir al pie de la letra las ideas vasconcelistas. Al parecer, el secretario de Educación no estuvo de acuerdo en mostrar un hombre vulnerable. De ahí el cambio de un mártir a un guerrero.

El árbol de la vida, de Roberto Montenegro. La primera obra del muralismo mexicano

La insurrección de los muralistas

Los pintores adscritos al movimiento se contaron por docenas. Sin embargo, no es injusto decir que para la posteridad se recuerda sobre todo a tres. Los verdaderamente grandes David Alfaro Siqueiros, José Clemente Orozco y Diego Rivera. Más un cuarto nombre igual de admirable, aunque ligeramente a la sombra de los primeros: Rufino Tamayo.

Fueron ellos quienes, en un segundo periodo, dieron el giro político y creativo del muralismo. Esto ocurrió cuando los artistas adquirieron incluso más fama y poder político que el educador. Ya lejos de los planteamientos de Vasconcelos, buscaron sus propios afanes. Principalmente, dialogar con las vanguardias pictóricas de principios del siglo XX.

Es preciso decir que nunca se trató de una corriente homogénea. Ésto queda claro si vemos, incluso sin pormenorizar, una selección de las principales obras del movimiento. Cada artista plasmó su propia perspectiva y temas. Los únicos denominadores comunes fueron los muros, el tamaño de las obras y el deseo de trascender.

Aurora Reyes, la primer mujer muralista

El muralismo también agrupó en sus filas a muchas mujeres notables. Destacan nombres como Elena Huerta, Marion Greenwood, Elvira Gascón, Fanny Rabel, Rina Lazo o Electa Arenal, entre otras. Artistas que enriquecieron el panorama temático y estilístico del movimiento. En muchos casos, ellas abrieron la puerta a lo abstracto y el surrealismo, contradiciendo el lugar común que ceñía el muralismo a un arte nacionalista y realista.

Pero en este punto el nombre imprescindible es el de Aurora Reyes, considerada la primera mujer muralista de nuestro país. Creadora de una obra paradigmática que retrató problemas sociales específicos de la condición femenina en la sociedad de su tiempo.

Uno de sus murales más célebres es Atentado a las maestras rurales. La obra denuncia las pobres condiciones laborales de las mujeres trabajadoras. Al mismo tiempo, es una memoria de la matanza de maestros rurales de San Felipe Torres Mochas, Guanajuato, en 1936. El mural se encuentra en el Centro Escolar Revolución.

En general, sus obras concentran la interpretación de la artista sobre el papel de la educación. También sobre los profesores rurales en los procesos históricos de México.

Atentado a las maestras rurales, de Aurora Reyes. La primera mujer en el muralismo mexicano.

Las obras del muralismo mexicano y dónde encontrarlas

El primer lugar a visitar sería, sin duda, el Antiguo Colegio de San Ildefonso, considerado la cuna del muralismo mexicano. Allí pintaron los tres grandes. También otros muralistas notables como Jean Charlot, Fermín Revueltas, Ramón Alva de la Canal o Fernando Leal. Allí se dio una especie de taller de experimentación pictórica con la conjunción de una gran cantidad de artistas que fraguaron la identidad del movimiento.

Otro edificio emblemático es la sede de la Secretaría de Educación Pública, la joya de la corona de Vasconcelos. La mayoría de los murales son autoría de Diego Rivera, y se cuentan entre la cumbre de su trabajo. Asimismo hay piezas asombrosas de Jean Charlot, Amado de la Cueva y Roberto Montenegro.

En el Auditorio 15 de mayo, del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación encontramos la obra magna de Aurora Reyes. Fue pintada entre 1960 y 1972, periodo de su mayor alcance creativo. Ahí están murales Trayectoria de la cultura en México, Presencia del maestro en los movimientos históricos de la patria, Espacio, objetivo futuro y Constructores de la cultura nacional.

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¿Qué encontraremos en estos murales? En su mayoría, las obras del muralismo en todos los edificios gubernamentales se ajustan a la norma de un arte figurativo que pondera la identidad nacional. Otro rasgo común es el énfasis en la participación de indígenas y campesinos en la guerra de Independencia y la Revolución. Así como la glorificación del pasado mesoamericano y la caricaturización de las clases altas.

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