México y sus hongos alucinógenos

Practica tu español de México con esta lectura sobre hongos alucinógenos, terapias alternativas y una chamana legendaria: María Sabina.

Los hongos sagrados

Distribuidas en todos los continentes a excepción de la Antártida, existen cerca de 230 especies de hongos que segregan psilocibina, una sustancia que al ser metabolizada por el cuerpo humano produce diversos efectos psicoactivos, como alucinaciones sensoriales, despersonalización, introspección intensa y una extendida sensación de bienestar; aunque su potencia puede variar según factores como altitud, clima, época del año, tipo de suelo y, sobre todo, la especie y el estado (fresco, seco o tratado) en que el hongo se encontraba al momento de la ingesta.

En vista del potencial de esta sustancia para usos religiosos, militares, recreativos y de salud mental, su consumo se remonta a épocas lejanas de la humanidad, entre distintas culturas, no necesariamente con un ritual místico alrededor, creando incluso una rama particular de la curandería y la medicina tradicional enfocada a la sanación mediante el consumo orientado de psilocibina.

En la antigua Mesoamérica, por ejemplo, se designaba a los hongos psilocibes con el nombre de teonanácatl, que algunos antropólogos traducen como “carne de los dioses”, y otros como “hongos sagrados”; y aún hoy grupos indígenas, como los nahuas, matlatzincas, mazatecos, mixes, zapotecas y chatinos, los consumen en sus rituales.

El uso medicinal de los hongos alucinógenos

En muchos lugares del mundo la investigación con psicodélicos va viento en popa; en Estados Unidos, por ejemplo, la Universidad Johns Hopkins, la Universidad de California y la Escuela Icahn de Medicina de Mount Sinai cuentan con centros dedicados a estudiar los efectos de estas sustancias, y asimismo el Colegio Imperial de Londres. No en vano la investigación dedicada a terapias alternativas lleva más de un siglo de vigencia entre la comunidad científica.

Por ejemplo, en la década de 1950, de acuerdo con el libro Phenomena: The Secret History of the U.S. Government’s Investigations into Extrasensory Perception and Psychokinesis, de Annie Jacobsen, diversos agentes de la CIA norteamericana realizaron expediciones a México con el propósito de estudiar las propiedades del teonanácatl, para usarlo en experimentos de percepción extrasensorial y en otras áreas de investigación y espionaje de la agencia.

Igualmente la revista Nature ha publicado (en el artículo “How ecstasy and psilocybin are shaking up psychiatry”) que durante las décadas de 1950 y 1960 la comunidad científica de los Estados Unidos publicó “más de mil artículos sobre el uso de psicodélicos como tratamiento psiquiátrico; los fármacos se probaron en unas 40 mil personas en total. Luego, a medida que se extendió el uso recreativo de las drogas, fueron prohibidas y la FDA restringió los suministros para la investigación”.

La nueva popularidad de los hongos alucinógenos

La reciente “moda” de estos tratamientos se debe sobre todo a cambios en las regulaciones de las políticas internacionales sobre drogas. A la par, hay un movimiento social basado en la evidencia de que los hongos alucinógenos no generan adicción como los opioides y los ansiolíticos, y que podrían estar clasificados como una droga de menor riesgo, si simplemente se controlan las dosis administradas.

En ese contexto, la popularidad de los psicodélicos, incluyendo el LSD, ha aumentado en años recientes: 1,4 millones de estadounidenses probaron los alucinógenos por primera vez en 2020, según la Encuesta Nacional sobre la Salud y el Consumo de Drogas. Este entusiasmo se puede atribuir en parte a los estudios clínicos que demuestran que estas drogas, sobre todo la psilocibina y la ketamina, tienen un potencial real para tratar algunos trastornos mentales, en particular la depresión.

También se produjo un cambio en la manera en que se presentan las drogas en la cultura popular y los medios de comunicación, como sucede en Cómo cambiar tu mente, el exitoso libro de Michael Pollan convertido en serie de Netflix, en un momento histórico en que dos estados de la unión americana, Oregón y Colorado, ya legalizaron la psilocibina para uso terapéutico (con la esperanza de que otros pronto los imiten).

La diversidad mexicana de hongos alucinógenos

En México, la riqueza natural de los hongos alucinógenos es proverbial: se sabe de al menos 53 especies, es decir, más que cualquier otro país del mundo; aunque no se reparten equitativamente a lo largo del territorio nacional, pues en definitiva la joya de la corona pertenece al estado de Oaxaca (conocido por la sabiduría ancestral de sus pueblos indígenas y afrodescendientes, representados por más de 16 grupos étnicos), donde se dan 27 variedades de este género, es decir, la mitad de las especies a nivel nacional.

Hongo alucinógeno de Xico, Veracruz

Y fuera del contexto de las comunidades indígenas, en zonas urbanas importantes, cada vez es más común que se ofrezcan tratamientos psicológicos y psiquiátricos basados en sustancias alucinógenas, a pesar de que no estén regulados y en muchos casos sean conducidos sin ensayos clínicos –además de que, en sentido estricto, son ilegales para niños y jóvenes, pues el artículo 467 de la Ley General de Salud prescribe de siete a quince años de prisión a quien “induzca o propicie que menores de edad o incapaces consuman, mediante cualquier forma, substancias que produzcan efectos psicotrópicos”.

Las especies de hongos alucinógenos más utilizadas, que provocan alucinaciones sin producir pérdida de conciencia, son Psilocybe mexicana (nombre común: pajarito, o teotlaquilnanácatl), P. zapotecorum (pajarito de monte), P. caerulescens (derrumbito), P. hoogshagenii, P. cordispera, P. cubensis (San Isidro); aunque todos los nombres comunes provienen de los grupos étnicos donde se consumen y, por ende, pueden variar, si bien en el uso general todos los hongos con propiedades neurotrópicas son conocidos como “sagrados”, “divinos”, “mágicos”, o “niños santos”, como los llamaba María Sabina.

María Sabina y los hongos alucinógenos

Si debiéramos resumir o simbolizar en un solo personaje la larga cultura terapéutica mexicana alrededor de los hongos alucinógenos, sin duda ese personaje tendría que ser la curandera y chamana mazateca María Sabina, quien gracias a sus conocimientos de medicina tradicional y a la difusión que le dieron diversos reportajes periodísticos en México y Estados Unidos, logró un estatus de fama internacional durante décadas, convertida hoy en un ícono de la contracultura mexicana.

María Sabina, la chamana legendaria.

Nacida en el corazón de una comunidad mazateca en Huautla de Jiménez, Oaxaca, se dice que desde los diez años de edad María Sabina empezó a intuir el potencial curativo de los hongos y las hierbas de la localidad, realizando algunas tareas leves de curandería; según la costumbre de la población, fue entregada a un matrimonio arreglado después de cumplir catorce años, y a los veinte conoció la viudez. Fue entonces cuando comenzó a practicar su oficio de chamana.

Es fama que llegaban pacientes de comarcas lejanas atraídos por la larga sombra de María Sabina, quien durante las veladas nocturnas ingería los hongos que le permitían conectarse con sus dioses y le revelaban exactamente cuál era la dolencia del enfermo.

A los 30 años, María Sabina se unió a su segundo marido y a partir de ese momento puso en pausa su oficio sagrado, pues la regla dice que hay que estar en abstinencia sexual para manipular los hongos. Trece años y seis hijos después, la curandera volvió a quedar viuda y retomó su labor con los hongos. Fue en esos años cuando alcanzó una celebridad que muchas estrellas de cine y bandas de rock no conocen en toda su existencia.

En 1953, a partir de un reportaje publicado en la revista Life, el mundo volvió la vista hacia María Sabina y un desfile de gente famosa acudió a visitarla y a experimentar con ella el viaje de los hongos, entre ellos, el creador del LSD Albert Hoffman, Walt Disney y el escritor Aldous Huxley, y se especula que también lo hicieron John Lennon, Bob Dylan y Jim Morrison, entre otros.

Actualmente, una sala del Museo Nacional de Culturas Populares lleva su nombre.

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