En el México moderno, por la cercanía geográfica con los Estados Unidos, siempre ha existido una tendencia a adaptar a la cultura propia algunas tradiciones del país vecino. Esto notablemente incluye la adopción de festividades como Halloween o el Día de San Valentín, con toda la parafernalia a su alrededor, aunque también con ligeras modificaciones.
Por ejemplo, para el 14 de febrero, en muchas ciudades mexicanas se ha vuelto habitual que los registros civiles celebren bodas masivas, en las que cientos de parejas contraen matrimonio simultáneamente, en una ceremonia cuyo costo es pagado por los gobiernos locales.
Para poner esto en perspectiva, cabe destacar que según datos oficiales sobre la situación conyugal de los jóvenes de México, el 73.8 por ciento de los hombres son solteros, el 11.1 por ciento están casados y el 13.1 por ciento viven en unión libre; mientras que el 33.1por ciento de las mujeres jóvenes se encuentran casadas o en unión libre (8.7 puntos porcentuales más que el género opuesto), y sólo el 63 por ciento se encuentran solteras.
Ya en un modo más informal, con la salvedad del 20 por ciento de la población que, según una encuesta reciente, no le da importancia a esa fecha, la mayoría de los mexicanos regala chocolates, o celebra yendo a un restaurante. Igualmente en distintos espacios públicos, como en las estaciones del metro de la Ciudad de México, se organizan proyecciones de cine y conciertos musicales con el eje temático del amor.
Aunque para tomar mejor el pulso de cómo los mexicanos representan el amor en su cultura popular, quizá más efectivo sea revisar algunos de sus mitos y canciones.
El Callejón del Beso
Ubicado en el centro de la ciudad colonial de Guanajuato, este callejón es parte principal de la mitología sentimental de México y su leyenda es conocida en todo el país. Se trata de la historia funesta de un amor prohibido. Más que callejón, en sentido estricto es una calle estrecha compuesta por dos casas, cuyos balcones se encuentran uno frente al otro, a menos de un metro de distancia
Cuenta la leyenda que en épocas coloniales una de las casas era ocupada por una familia adinerada, mientras que en la otra residencia se rentaban cuartos humildes para los trabajadores de las minas cercanas. Una noche, la hija mayor de la familia rica salió al balcón de su nuevo cuarto y desde allí inició una charla con el joven minero que miraba largamente la luna solitaria en la terraza opuesta.
Desde ese momento, cada noche los enamorados se encontraban en los balcones de sus respectivos cuartos, para despedirse en la madrugada con un beso. Cuando el padre de la joven supo de esto, le prohibió tajantemente a su hija volver a encontrarse con aquel minero desamparado. Sin embargo, al poco tiempo los sorprendió en la cercana intimidad. El hombre, ciego de ira, desenvainó un puñal y trató de herir al minero, pero su hija se interpuso en el camino, y fue ella quien murió desangrada por el metal y el deshonor.
Como todo atractivo turístico, el Callejón del Beso recibe miles de visitantes cada año y es un emblema de la ciudad de Guanajuato, pues multitudes de parejas acuden allí para darse un beso ritual que conjure la fuerza del amor contra la fuerza del olvido.
Leyenda de los volcanes
Además de ser la segunda y tercera montaña más altas de México, uno de sus paisajes naturales más icónicos y sitio de supuestos avistamientos de extraterrestres en México, los volcanes Popocatépetl e Iztaccíhuatl son protagonistas de una bella leyenda prehispánica sobre el amor constante más allá de la muerte.
Decían los antiguos que estos volcanes llevan los nombres de una doncella y un joven guerrero tlaxcaltecas que se amaron. Ella era una hermosa princesa; él, uno de los más bravos soldados. Cuenta la historia que antes de partir a la guerra contra sus aborrecidos enemigos, los aztecas, el joven Popocatépetl pidió al cacique de su pueblo la mano de la princesa Iztaccíhuatl, que le fue concedida siempre y cuando volviera victorioso de la batalla.
Mientras el guerrero cumplía su parte del trato, un rival de amores le hizo llegar a la princesa la falsa noticia de que su amado había muerto en combate. Arrastrada por el desconsuelo y el quebranto, la bella Iztaccíhuatl murió de tristeza sin descubrir el engaño del que fue víctima.
Cuando Popocatépetl regresó dispuesto a tomar matrimonio con su amada, lo recibieron los servicios fúnebres. Durante días y noches, abatido, se dedicó a pensar un homenaje justo para su princesa. Al final ordenó erigir una gran tumba en la cima de una montaña. Allí acomodó el cadáver de Iztaccíhuatl, y frente a éste se postró.
Cuando el guerrero besó por última vez a su amada, antorcha humeante en mano, ambos se convirtieron en volcanes. Desde entonces permanecen juntos, uno frente a otro, y cuando él se acuerda de ella, su corazón tiembla y su antorcha vuelve a incendiarse. Es por eso que aún hoy el volcán Popocatépetl arroja fumarolas.
“Bésame mucho”
Pero más allá de las leyendas y tradiciones orales sobre el amor, para el mexicano quizá sea en la música popular donde se hallan los rasgos de más clara identidad cultural sobre las representaciones de los sentimientos. Así, poderosamente llama la atención que los mayores ídolos del cancionero popular, los cantautores Juan Gabriel y José Alfredo Jiménez, fueron mucho más notables por sus composiciones líricas sobre el desamor, que por aquéllas donde canta el amor correspondido.
Y no obstante lo anterior, es precisamente una canción mexicana la que se considera uno de los más populares himnos al amor de la música latina: “Bésame mucho”, de la pianista y compositora Consuelo Velázquez. Una canción que desde su estreno hasta nuestros días ha sido traducida a más de 20 idiomas y cuenta con miles de versiones, de artistas tan heterogéneos como The Beatles, Edith Piaf, Frank Sinatra, Elvis Presley, Plácido Domingo y muchos más, lo que le ameritó en 1996 ser reconocida como la canción en español más versionada de la historia.
Asimismo ha sido incorporada en las bandas sonoras de filmes como Moscú no cree en las lágrimas (1979); Sueños de Arizona, de Emir Kusturica (1993); La sonrisa de Mona Lisa, de Mike Newell (2003); Juno (2007) y, más recientemente, Coco (2017), de los estudios Disney, por sólo mencionar algunos títulos.
Originalmente escrita entre 1938 y 1940, la canción fue seleccionada en 1941 para ser interpretada durante el programa radiofónico La hora azul por el cantante Emilio Tuero Cubillas. Su éxito inmediato le abrió las puertas de la fama a su compositora, en una época en que el bolero era un género musical muy identificado con el punto de vista masculino, siendo ella la primera en presentar líricamente a la mujer no como objeto de deseo, sino como una persona anhelante de placeres.
Al poco tiempo, Consuelo Velázquez emigró a Estados Unidos, donde “Bésame mucho” se mantuvo en 1944, por cerca de 23 semanas, como la canción número uno en los conteos de popularidad. Se dice que una de las razones por la cual a los norteamericanos les gustó tanto esta canción mexicana, es que durante los años de la segunda guerra mundial era utilizada como himno de despedida entre las parejas, cuando uno de ellos partía a la guerra.
Practica tu español
Ahora es tu turno, cuéntanos sobre al manera en qué celebras el día de San Valentín, compártenos la historia de enamorados que más te guste o dinos cuál es tu canción de amor favorita.