Avándaro: Rock y contracultura en español de México

En esta entrada de Caracol Spanish practicarás tu español de México mientras conoces la historia del Festival Ávandaro, conocido como “el Woodstock mexicano” por la conjunción masiva de rock y contracultura que, según algunas cifras, concentró a 300 mil jóvenes en dos jornadas de rock, amor y marihuana.

El festival de Avándaro es uno de esos eventos que define generaciones, y cuyas huellas podemos ver en el camino de la cultura popular, incluso cincuenta años después. No por nada fue el primer festival masivo de rock en México.

Cómo fue Avándaro

Avándaro ocurrió el 11 y 12 de septiembre de 1971. Los conciertos se llevaron a cabo con muchos problemas logísticos y técnicos. Diversas bandas que ya habían confirmado su asistencia no se presentaron, como Love Army o La Tribu). Además, algunos artistas de mayor renombre, como Javier Bátiz o La Revolución de Emiliano Zapata, desde un principio declinaron asistir. Por si fuera poco, las carreteras y caminos que conectan los 140 kilómetros que distan entre Ciudad de México y Avándaro colapsaron.

A pesar de todo la anterior la experiencia no sólo fue catártica, sino, lo más raro, pacífica. Así consta en diversos testimonios. El economista Federico Rubli, en Yo estuve en Avándaro, recuerda: “el festival fue una reunión maravillosa que, considerando el amplio número de asistentes, se desenvolvió en total armonía y solidaridad. No hubo fuertes enfrentamientos, broncas o heridos; se dio una gran convivencia y respeto entre diferentes clases socioeconómicas con interés de compartir todo desinteresadamente”.

El gran cronista de esa época, el novelista José Agustín, lo corrobora en su libro La contracultura en México: “En general se puede afirmar que el festival, como debía de ser, representó una fiesta dionisiaca notablemente inofensiva”.

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La censura y la represión

¿Y por qué es tan digno de mención que Avándaro haya sido, en general, un evento apacible? Entre otras razones, porque en ese momento se vivía en México un momento crítico de represión policiaca y militar a toda la sociedad civil, pero en especial a los grupos señalados como disidentes del régimen político –y muchas bandas de rock encabezaban esa lista.

Además, tan sólo tres meses antes, el 10 de junio, un grupo paramilitar del gobierno mexicano atacó a una concentración desarmada de estudiantes universitarios que protestaban contra el presidente Echeverría, en una masacre que para la infamia se recuerda como El Halconazo, o la matanza del Jueves de Corpus –una vileza sólo comparable a la que ejerció el mismo gobierno mexicano 3 años antes, en la masacre del 2 de octubre en Tlatelolco.

En esa ocasión, miércoles 2 de octubre de 1968, el deshonor y la abyección de los militares y los políticos mexicanos conoció un nuevo nivel de perversión: con francotiradores en las azoteas y soldados ordinarios a nivel de piso, aprovecharon una manifestación masiva de estudiantes universitarios que protestaban contra el gobierno, para llevar a cabo un crimen de Estado: miles de jóvenes –asesinados, desaparecidos o encarcelados en campos militares– no vieron la luz del día siguiente.

Por ello a nadie sorprendió que desde dos días antes del festival, Avándaro estuviera rodeado de soldados (aunque oficialmente la policía local era la encargada de proveer la seguridad para el festival); y cuando la estación radiodifusora Radio Juventud anunció que ellos transmitirían en directo todos los conciertos en cadena nacional, nadie dudó ni por un segundo de que el gobierno estaría escuchando cada palabra en busca de algo para censurar.

Empieza la función

Los organizadores del festival, empresarios que no tenían absolutamente nada que ver con el rock mexicano, en un inicio planearon una serie de carreras automovilísticas que imitaran los espectáculos de la Fórmula 1 y, como complemento, algunos cuantos conciertos de rock para entretener al público.

El plan era que los grupos tocaran el sábado por la noche y que el domingo empezaran las carreras de coches que se hacían tradicionalmente en ese circuito; así promocionaron su producto como el Festival de Rock y Ruedas de Avándaro (un nombre que hoy sólo ocupan los cronistas y los libros de historia; para el pueblo, es simplemente Avándaro). “Nuestra idea era ganar dinero. La cuestión del rock la metimos para divertirnos, pero el plato principal eran las carreras”, cuenta Justino Compeán, uno de los organizadores, que en ese momento trabajaba en la empresa de publicidad McCann Erickson y que después llegó a ser presidente de la Federación Mexicana de Futbol, también sin saber absolutamente nada sobre ese deporte.

Compeán había conseguido que la Coca-Cola patrocinara el festival y había comprado espacios de publicidad en televisión. El modelo de negocio contemplaba repetir el evento otras dos veces en el año, en Guadalajara y Monterrey; lo cual obviamente no sucedió, aunque para ser justos, en realidad nada salió como los organizadores esperaban. La convocatoria los rebasó y las carreras se suspendieron porque el rock lo había acaparado todo.

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“Tenemos el poder”

Cosa curiosa: uno de los momentos más emblemáticos de Avándaro fue, por definición, invisible: el momento en que el grupo Peace And Love tomó el escenario para una versión climática de su canción “Tenemos el poder”, cuyo título de repente fue coreado y coreado por 300 mil almas humanas: 300 mil jóvenes que habían visto de cerca la podredumbre del poder político en México: 300 mil voces que en ese momento se transmitían por radio a todo el territorio nacional; es decir, el momento en que la Secretaría de Gobernación –encargada de monitorear el espectro radiofónico y televisivo del país– ordenó que suspendiera la transmisión en directo del festival.

En los días y meses posteriores vino una de las más feroces campañas propagandísticas orquestadas por el Estado mexicano para satanizar y marginar a las bandas de rock en el país; las primeras planas y los titulares de las notas periodísticas sobre el festival denunciaban: “Asquerosa orgía hippie”, o “En el nombre del rock, un festival del vicio”. Además, la imagen de una chica semidesnuda conocida como “La encuerada de Avándaro” fue enfermizamente reproducida en televisión y medios impresos como un ejemplo moralista de la decadencia de valores de los jóvenes rockeros.

Las consecuencias

Esa campaña de desprestigio hacia Avándaro, que englobaba la contracultura, la libertad sexual, la disidencia política y la marihuana, durante más de dos décadas confinó al rock mexicano a auditorios clandestinos, fuera de las frecuencias radiofónicas y de los estudios de grabación. En la capital del país y las ciudades más importantes se prohibieron los conciertos de rock mediante una ley no escrita.

Así, son tristemente célebres los casos de los malogrados conciertos del guitarrista de rock y blues Johnny Winter en Pachuca, en 1980, que terminó con una batalla campal entre asistentes y equipo de seguridad; de la banda de rock pesado Black Sabbath en León, en 1989, que se canceló por la sospecha de que la música incitaría el consumo de drogas y vandalismo; o de Blue Öyster Cult, en el Palacio de los Deportes, en Ciudad de México, en 1986, impedido por las autoridades tan sólo unas horas antes de que se levantara el telón.

Los que se fueron

Fue así como se perdieron muchas buenas agrupaciones de rock mexicano, pero no es injusto ni engañoso afirmar que las doce bandas que tocaron en el festival –entre ellas El Ritual, Los Dug Dug’s, Tinta Blanca, Three souls in my mind y La División del Norte– daban cuenta de una gran vitalidad en la escena nacional. Las grabaciones que se conservan confirman un deseo de crear una música propia a partir de lo que se hacía en Estados Unidos e Inglaterra: muchos metales, como en las grandes bandas anglosajonas de esos tiempos, mucha distorsión eléctrica en las guitarras y, sobre todo, canciones de lírica muy sencilla en inglés que dan paso a composiciones poéticas admirables en español.

Actividad para practicar tu español de México

¿Conocías de este festival? Practica tu español escribiendo tu opinión en los comentarios o contándonos tu experiencia en conciertos masivos.

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