Antes de adentrarnos a la historia del cómic mexicano, conozcamos una manera peculiar de nombrarlo. De acuerdo con el Diccionario del Español de México, en este país decimos “monos” o “monitos” en vez de caricatura. Podemos decir algo como “me gustan los monos [tiras cómicas] del periódico”. También “fui a ver una película de monitos [dibujos animados] al cine”.
Además de esta distintiva forma de decirles, el cómic mexicano tiene otra serie de singularidades. De ellas y de su historia te enterarás a continuación en esta entrada de Caracol Spanish. Recuerda que si tienen alguna duda sobre el vocabulario, puedes preguntarnos en los comentarios.
Características del cómic mexicano
Una de las peculiaridades del cómic mexicano es que no siempre se centra en historias de superhéroes. De hecho, algunos de los cómics o historietas más memorables son más de tono humorístico que fantástico. Las ilustraciones tienden a la sátira y tienen mensajes llenos de doble sentido. Incluso, muchos de los mensajes de las historietas más populares del siglo pasado no serían hoy políticamente correctos.
Aun así, historietas como La familia Burrón o Kalimán gozan todavía estatus de leyenda entre los conocedores del género. Esta popularidad ha llegado a las generaciones posteriores a los años noventa, cuando inicia la debacle del cómic mexicano. Quizá sea porque los personajes no han dejado de ser un reflejo inquietante de nuestras manías culturales.
Los primeros trazos del cómic mexicano
La tradición de los periódicos satíricos en México nació en el siglo XIX. Esto fue en los primeros años de vida independiente del país. En ese periodo, publicaciones como El Ahuizote y El Padre Cobos fueron pioneras en la edición de caricaturas políticas. También incluyeron diversas ilustraciones humorísticas. En ese sentido, se puede hallar ahí el más remoto antecedente de la autoironía típica del cómic mexicano.
Pero en sentido estricto, como entendemos hoy el término, la primera historieta mexicana publicada fue Rosa y Federico. Apareció en un periódico de San Luis Potosí, en 1869. Se trata de una obra original del novelista y periodista José Tomás de Cuéllar, que constaba de cuatro páginas. Cada una con cuatro dibujos y el texto debajo de éstos. Narraba la típica historia cursi de amores imposibles e infidelidades que culmina en el suicidio de un protagonista. Y tuvo una aceptación inmensa.
Al poco tiempo, otros narradores de mucho menor renombre, contemporáneos de Cuéllar, también desarrollaron historietas breves. Algunas repetían el esquema de la trama de amores y desamores. Otras satirizaron a los políticos, militares y sacerdotes. También al entorno social que les permitió encumbrarse en los primeros años del México independiente.
El cómic mexicano se vuelve popular
Sin bien el cómic siempre fue bien recibido por los lectores de periódicos, algo impedía que fuera un producto masivo. En México, a principios del siglo XX, había pocos lectores. Esto cambió con el triunfo de la revolución mexicana. En 1921 se emprendieron campañas masivas de alfabetización que generaron a muchos nuevos lectores.
La gente del pueblo alfabetizado comenzó a encontrar en la lectura un medio de entretenimiento. La búsqueda se centraba en materiales de lectura ligeros. Como resultado, en la década de los treinta, la popularidad del cómic mexicano aumento. Y con el paso del tiempo el cómic mexicano fue utilizado con fines educativos.
En ese primer momento definitivo el cómic mexicano se volvió un producto único. Capturó la cultura popular y le dio individualidad a muchos personajes arquetípicos. Fue capaz de generar su propio lenguaje y de darle la espalda a influencias externas.
La época de oro del cómic mexicano
Hay dos buenas razones para saludar a la década de los cuarenta como la época de oro del cómic mexicano. Primero la publicación en 1943 de Memín Pinguín. Una historia de Yolanda Vargas Dulché ilustrada por Alberto Cabrera y posteriormente por Sixto Valencia Burgos. Y luego, la fundación de la editorial Novaro en 1949.
De la empresa podemos decir que introdujo en México el formato del comic-book y algunos cómics de Estados Unidos. También que fue la más prolífica de cuantas se han dedicado a la historieta en México y en América Latina.
Pero el hito mayor, sin duda, debe ser Memín Pinguín. El nombre es casi siempre incorrectamente pronunciado Pingüín, como “pingüino”, por una confusión fomentada por los mexicanos. Sin embargo Pinguín se deriva de la palabra “pingo” que en México significa “niño travieso”. Aunque cabe aclarar que en otros países “pingo” puede significar cosas completamente distintas.
Pese a la popularidad que tuvo en su momento, esta historieta mexicana es hoy día cuestionada y hasta repudiada. Actualmente se considera que hace una representación racista de los afrodescendientes. Un caso similar a la sanción social que tienen en Estados Unidos las películas con actores haciendo blackface.
La controversia del cómic mexicano Memín Pinguín
La principal acusación es que el protagonista refleja todos los prejuicios contra las personas afrodescendientes. Para empezar, Memín Pinguín es un niño al que no le gusta estudiar. En el habla coloquial de México se utilizan expresiones como “burro” o “flojo” para referirse a él. Además, él y su madre son dibujados con rasgo smuy exagerados, sin que esto ocurra con el resto de los personajes.
Debido al evidente sustrato racista en su contenido, hoy se cuestiona por qué aún sigue difundiendo. La respuesta quizá tenga que ver con que Memín Pinguín conoció un alto éxito internacional. Se tradujo a diversas lenguas, como el italiano, el persa, el inglés y el tagalo, el idioma autóctono de Filipinas. En este país, en 1975, el Ministerio de Educación hizo obligatoria la lectura de esta historieta en las escuelas primarias. El argumento fue que su mensaje enaltecía los valores morales.
Más recientemente, sin embargo, la percepción de esta historieta ha cambiado. En 2008, las tiendas de la cadena Walmart en el área metropolitana de Houston retiraron la publicación de sus estantes. La razón fueron las protestas de afroamericanos y latinoamericanos. Los manifestantes señalaban hasta qué punto las ilustraciones deliberadamente confundían los rasgos humanos con los de un simio.
Otra controversia se suscitó un poco antes, en 2005. El protagonista fue el reverendo Jesse Jackson, uno de los defensores de derechos civiles más conocido en Estados Unidos. Él declaró que consideraba un “insulto” la publicación en México de una estampilla postal que rendía homenaje a la historieta. Esto ocurrió a pesar de que en las reediciones de la historieta se había tratado se “suavizar” el lenguaje y de que ilustrador defendió en entrevistas que Memín Pinguín nunca fue racista.
El auge comercial del cómic mexicano
Lo cierto es que a pesa de las lecturas que hoy pueden hacerse de los cómics mexicanos y su dudoso contenido, en su momento fueron bien recibidos por el público. Una muestra de que en México, como en el resto del mundo, el racismo estaba naturalizado. Pero no todos los cómics mexicanos han generado controversias y los que nacieron en la década siguiente han soportado mejor el paso del tiempo.
En los cincuenta, el cómic mexicano vivió un cambio notable. Aparecieron las novelas ilustradas con temáticas de contenido erótico o religioso, así como las historias de luchadores. Y lo más importante: en 1956 se funda la editorial Vid, que publica Lágrimas y Risas, primera historieta que se adaptaría con éxito a la televisión mexicana.
Estamos hablando de una época de rotundo acierto comercial, pues se estima que una sola revista requería tirajes diarios de 350,000 ejemplares. Por lo que no es descabellado calcular millones de lectores asiduos. Al momento, historietas como La familia Burrón y Lágrimas y Risas se volvieron parodia genial de las familias mexicanas de su época, especialmente en el retrato de su situación económica y aspiraciones de clase.
Mientras tanto, historias de acción y aventura como Kalimán o El Santo desataron un furor insólito entre sus seguidores, gracias al uso de la tecnología. La primera como una de las radionovelas más exitosas de todos el tiempos en México, cuyo cómic se imprimió durante 26 años sin interrupciones. La segunda cuando dio el salto a la pantalla grande y se convirtió en el símbolo absoluto del cine de luchadores, y casi en un icono de la mexicanidad.
El fin del sueño del cómic mexicano
Para los años ochenta, sin embargo, las editoriales prefirieron reducir sus costos comprando licencias para reproducir material editado en Estados Unidos. Vid adquirió los derechos para personajes icónicos de DC y Marvel entre 1980 y 1990, como Superman, Batman, Spider-Man y los X-Men, entre otros. Fue el auge de los superhéroes, primero, y del manga, después. Aunque en México aún aparecieron proyectos exitosos e independientes como Simón Simonazo.
Ésta era una publicación deliberadamente vulgar y contestataria. Utilizaba el lenguaje popular de los adolescentes de finales de los años setenta, gracias a que los caricaturistas disimulaban las groserías con caracteres que cualquiera entendía. Sus temas preferidos eran la alienación juvenil, la represión policial por la ropa usada o el corte de cabello, y el descubrimiento de la sexualidad en las calles de un barrio popular.
Pero la triste realidad es que la producción del cómic mexicano de los últimos treinta años ha decaído mucho; con excepción de aquellos que se publican de manera artesanal, o en editoriales independientes. Un ejemplo de estos proyectos emergentes fue Gallito Cómics, resultado del esfuerzo de un grupo pequeño de jóvenes caricaturistas muy influidos por la revista estadounidense Heavy Metal y diversos autores del cómic internacional. Apareció por primera vez en 1992 y se imprimió hasta 2001.
Qué está pasando con el cómic mexicano ahora
Decir que el cómic mexicano ya no existe sería completamente falso. Ahora, la apuesta no son los grandes tirajes creados para las masas. Ahora nos encontramos con el cómic mexicano de autor. A estas nuevas historietas o cómics es a lo que llamamos novela gráfica.
Y así como al principio del siglo XX, los libros con monitos sirvieron para que el pueblo recién alfabetizado practicara la lectura, los cómics pueden ser una gran herramienta para aquellos que quieren practicar la lectura en un nuevo idioma, por eso, en Caracol Spanish te recomendamos estos
5 cómics mexicanos de autor para que mejores tu español
- Operación Bolivar (1999), de Edgar Clement
- El Maizo. La Maldición Del Vástago (2011), de Augusto Mora
- Cristóbal el brujo (2013), de Ensamble Cómics
- El Complot Mongol (2017), adaptación de la novela de Rafael Bernal
- Matar al candidato (2019), de F.G. Haghenbeck y Bef
Recuerda que también puedes practicar tu español dejándonos un comentario sobre esta entrada. En Caracol Spanish te leemos. Queremos ayudarte a hacer del español tu casa.