Núcleo del calendario festivo de los migrantes mexicanos en Estados Unidos, el 5 de mayo, es una fecha histórica que en México, con excepción del estado de Puebla, suele pasar inadvertida en cuanto a la típica parafernalia de otras conmemoraciones patrióticas. No hay decorados en las casas, ni desfiles civiles o militares, ni asueto en escuelas u oficinas de gobierno.
Lo que se celebra es un hecho poco trascendente en la historia nacional: una victoria sobre el ejército invasor de Napoleón III, en 1862, en el contexto de una ocupación militar que aún tardaría cinco años más en definirse como derrota de los franceses, con el fusilamiento del archiduque Maximiliano de Habsburgo.
Sin embargo, al norte del río Bravo –que los estadounidenses llaman río Grande–, especialmente en los estados fronterizos, al menos desde la década de 1950, el 5 de mayo ha sido adoptado como la celebración mexicana por antonomasia, tanto por las comunidades de ascendencia latina como por los norteamericanos en general.
Es decir, se trata de un día en que es socialmente aceptable usar sombreros de mariachi, bigotes postizos y consumir cantidades industriales de margaritas, nachos y burritos, una combinación que escasos mexicanos reconocerían como suya.
Un fenómeno similar ocurre en ese país con las comunidades de ascendencia italiana y la celebración del día de Cristóbal Colón, que por razones quizá menos históricas que políticas o sociales se ha convertido en el mayor festejo de los italoamericanos, a pesar de que el marinero genovés nunca puso pie en los Estados Unidos.
Entonces, ¿cómo pasamos de un triunfo mexicano sobre el ejército francés, a una efeméride que la mayoría de los estadounidenses celebra con un consumo de cerveza que en los últimos años ha superado las ventas del Día de San Patricio y del Super Bowl?
5 de mayo, la apropiación de una fiesta ajena
Para entender cómo el 5 de mayo ganó tanta popularidad en Estados Unidos a partir de la década de 1950, debemos tener presentes una realidad demográfica y una realidad política:
- Los migrantes de ascendencia mexicana son y siempre han sido la minoría extranjera más numerosa en los Estados Unidos. El censo de 2020 calculó 62,1 millones de personas, que representan el 18,9% de la población.
- Al final de la Segunda Guerra Mundial, los gobiernos mexicano y estadounidense de Miguel Alemán y Harry Truman, respectivamente, entablaron una serie de relaciones comerciales que le entregaron en bandeja de plata al país anglosajón el control de ciertas industrias, como la automotriz, en el mercado mexicano.
Si a ese contexto le sumamos la “política del buen vecino” instituida por Roosevelt desde antes de la segunda guerra mundial con el grueso de los países latinoamericanos, que buscaba la solidaridad de los pueblos del continente contra los enemigos políticos de Estados Unidos, entonces tal vez sea sencillo deducir que hubo un esfuerzo del gobierno norteamericano por instituir una fecha que sirviera de puente cultural con los migrantes mexicanos.
Ejemplo de ello fue la petición a la productora de dibujos animados Walt Disney de que realizara películas basadas en las culturas de dichos países, como Saludos amigos (1942) y Los tres caballeros (1944).
La fiesta del 5 de mayo se extendió poco a poco desde el suroeste hacia el resto del territorio, pero fue hasta la década de 1980 cuando ganó la popularidad masiva que hoy la distingue, a raíz de que distintas marcas comerciales empezaron a explotar la celebración con productos dirigidos al público latino.
Hoy en día son varias ciudades estadounidenses las que celebran grandiosamente el 5 de mayo: por ejemplo, en Nueva York se realiza un desfile en Central Park, y en Los Ángeles se organiza un festival con ceremonias cívicas y culturales.
En un nivel un poco más frívolo, cientos de populares piñatas mexicanas, la mayoría con forma de burro, se cuelgan en las plazas públicas y en algunos lugares se festeja con juegos que incluyen frascos de mayonesa, porque “cinco de mayo” suena un poco como sink all the mayo, un juego de palabras que nos recuerda que la relación cultural mexicano-estadounidense es una calle de dos sentidos.
Qué dice la historia sobre el 5 de mayo
Para los libros de historia que leen los niños de educación primaria, el 5 de mayo es inequívocamente el día de la Batalla de Puebla, una de las primeras victorias militares mexicanas durante la guerra de la segunda intervención francesa (1862-1867); un triunfo que sin duda levantó la moral del ejército nacional (que ya había perdido una guerra contra los franceses treinta años antes) y elevó a un carácter casi legendario al general Ignacio Zaragoza.
Sin embargo, en el gran panorama de la guerra, esta batalla significó muy poco: pensemos tan sólo que en 1863 la ciudad de Puebla celebró el primer aniversario de su batalla sitiada por el ejército francés, un sitio que duró 62 días y concluyó con la derrota de las fuerzas mexicanas y el avance de las tropas invasoras hasta la capital del país.
La legendaria refriega tuvo lugar en el cerro de Loreto, en cuya cima se encontraba una capilla acondicionada como fuerte para defender la ciudad de Puebla. Y al frente, el general Ignacio Zaragoza con una tropa de casi 2,000 soldados y 2,700 campesinos desnutridos y desharrapados.
El ejército galo, de aproximadamente 6,000 invasores entrenados para el saqueo y el deshonor, estaba bajo el mando de Ferdinand Letrille, conde de Lorencez, que había informado a Napoleón III de que se apoderaría pronto de la Ciudad de México porque su ejército era “superior de raza, de organización, de disciplina, moralidad y elevación de sentimientos”.
“Las armas nacionales se han cubierto de gloria. Las tropas francesas se portaron con valor en el combate y su jefe con soberbia, necedad y torpeza”, escribió al final del día el general Zaragoza.
Esa tarde, en efecto, los invasores fueron derrotados. Pero pronto más refuerzos franceses desembarcaron en las costas mexicanas y, a la postre, consiguieron su propósito de establecer una monarquía de ascendencia europea en estas tierras, que terminó por costarle la vida a un archiduque de Austria, nieto de Francisco II, el último emperador del Sacro Imperio Romano Germánico.
Celebración del 5 de mayo en México
Puebla es quizá, comprensiblemente, la única ciudad del país donde el 5 de mayo se celebra con alto orgullo y memoria histórica; además de los previsibles discursos políticos y eventos solemnes, suele haber desfiles militares, actividades artísticas y deportivas, conmemoraciones hechas por los familiares de los combatientes.
Lo que más llama la atención es una recreación realista de la Batalla de Puebla con más de 2,500 efectivos, 120 jinetes y 38 cañones históricos del ejército mexicano, dramatizando momentos clave, como la llegada de los soldados europeos a Puebla, su avanzada y ataque, así como la estrategia desplegada por el general Zaragoza para recibir, frenar y repeler el embate del enemigo.