Como suele ocurrir en muchos países católicos, en México la Semana Santa es una celebración religiosa que coincide con un periodo de vacaciones. En los lugares cercanos a las playas, lagos o ríos, es típico ver a multitudes de turistas compartiendo la música y el calor. Mientras en los centros comerciales, bares y clubes nocturnos se hacen largas filas para entrar o conseguir que un mesero te atienda.
Y al mismo tiempo que este descanso generalizado, en distintos lugares del país se vive una de las tradiciones religiosas más arraigadas: las procesiones de Semana Santa. La tradición que mejor combina la antigua fe de los pueblos indígenas con la ritualidad actual del catolicismo. Aunque las procesiones varían mucho de una comunidad a otra, tienen en común cierta combinación de elementos paganos que le dan a esta conmemoración un carácter único, acentuado por la muy variada composición étnica nacional.
Es bien sabido, por ejemplo, que los pueblos indígenas mexicanos tienen un calendario religioso festivo directamente ligado a su ciclo agrícola. Además, han fusionado sus propios símbolos sagrados con los de la religión oficial, para preservar sus valores y su concepción del mundo. Por eso, para ellos, la Semana Santa está constituida de muchos elementos que no se limitan a recoerdar la muerte y resurrección de Cristo.
¿Cómo se conmemora la Semana Santa en México? En seguida te hablaremos de 3 rituales únicos que sólo son posibles en México por la fusión entre tradiciones católicas y antiguas devociones indígenas,
La Procesión del Silencio en San Luis Potosí
La Procesión del Silencio se realiza cada Viernes Santo en la ciudad colonial de San Luis Potosí, en la región centro-norte del país. Es un evento multitudinario que inicia en una de las iglesias principales (un templo churrigueresco del siglo XVII) y recorre todo el centro de la ciudad. Durante 4 horas, los participantes recorren los principales edificios históricos de la ciudad en un camino de aproximadamente 3.5 kilómetros.

Debe su nombre a que los participantes tienen prohibido pronunciar palabra durante todo el recorrido. Aunque sí se permite tocar tambores, cornetas y algún otro instrumento sencillo. Se trata de una de las celebraciones de Semana Santa más importantes de México, a la que asisten alrededor de 160,000 visitantes, de los cuales unos 24,000 vienen del extranjero.
La primera procesión del silencio debió ocurrir cerca de 1585, organizada por los frailes carmelitas. Sin embargo, este particular peregrinaje fue oficialmente establecido hasta mediados del siglo XX, luego de que un grupo de españoles asentados en la ciudad, varios de ellos toreros, iniciaron una pequeña procesión en las calles aledañas al templo con la finalidad de reafirmar su estatus de colonos españoles ante la población.
Es indudable que la prohibición de pronunciar palabra tiene sus orígenes en las tradiciones católicas que se arraigaron en México durante la época colonial. También las túnicas cónicas que utilizan los cofrades nos emiten a las tradiciones europeas. Sin embargo, poco a poco se ha ido incorporando el color local con grupos de charros y las adelitas, además de cofradías integradas por grupos indígenas.
La Pasión de Cristo en Iztapalapa
Sin duda el mayor evento de religiosidad popular en México durante la Semana Santa es la Pasión de Cristo en Iztapalapa, una delegación al sur de la Ciudad de México, densamente poblada, con una merecida fama de barrio bravo, que sólo les permite a sus propios residentes tomar parte en esta inmensa conmemoración.
Durante una semana, desde el Domingo de Ramos hasta el Domingo de Resurrección, los pobladores realizan en una serie de escenificaciones teatrales al aire libre. Representan episodios de la vida de Jesús de Nazaret que culminan con el viacrucis y la crucifixión, frente a un público de alrededor de dos millones de personas que viajan anualmente a Iztapalapa para ser testigos de esta inmensa puesta en escena.

La representación de la Pasión de Cristo involucra un total de 5,000 participantes, de los cuales 150 recitan diálogos o interactúan con el público. Destaca la participación de los “nazarenos”, hombres y mujeres que cumplen una penitencia y caminan en procesión durante el Viernes Santo, cargando una cruz detrás del actor que interpreta a Cristo.
A diferencia de otros rituales de Semana Santa en México, éste no se inició en la época colonial, sino en los primeros años posteriores a la independencia del país, durante una epidemia de cólera. Se cuenta que para pedir la protección divina contra la enfermedad, los vecinos de Iztapalapa, encabezados por niños y huérfanos, marcharon hasta el santuario del Señor de la Cuevita, una escultura sagrada que se conserva aún hoy.
Cuando la epidemia fue vencida, como agradecimiento, decidieron realizar una representación anual de la Pasión de Cristo, que se habría hecho por primera vez en 1843 con esculturas de la parroquia de San Lucas y del Santo Entierro.
En la actualidad, el montaje combina historias bíblicas con algunos otros escritos religiosos e incluso ficciones literarias que se han incorporado con el paso del tiempo, como un par de escenas de La divina comedia.
Otros rasgos singulares son un personaje llamado “el Judío Errante”, un harén perteneciente al rey Herodes, y un espía y un perro que acompañan a Judas Iscariote, quien, en esta versión, entrega personalmente a Jesús a Poncio Pilatos.
Pese a estas divergencias del dogma, todos se toman su papel muy en serio; un comité selecciona a los mejores candidatos para desempeñar los personajes más importantes, especialmente Jesús y María. La tradición establece que los elegidos para estos roles no pueden tener parejas, beber, fumar ni ir a fiestas hasta que hayan terminado sus compromisos.
Además, los candidatos para interpretar a Jesús también deben demostrar que tienen la resistencia física para soportar los golpes y cargar una cruz que pesa hasta cien kilos por más de 4 kilómetros. Una vez que el candidato elegido supera las primeras rondas del proceso de selección, debe comprometerse a permanecer célibe hasta el final de su desempeño y comenzar la preparación física con seis meses de anticipación.
Semana Santa en el mundo rarámuri
Los rarámuri (a veces también llamados tarahumara) son un pueblo indígena de los desiertos del norte de México, cuyas fiestas son parte central de su cultura, pues mediante ellas conservan su identidad.
Entre las ceremonias más significativas están las que coinciden con el ciclo agrícola y ciertas fechas del calendario católico, como la Semana Santa, que ellos han convertido en el Tewerichic, asimilando esta conmemoración al culto a sus dioses de la luna y el sol: Metzaca y Rayénari.
El evento principal consiste en la representación de una lucha entre los aliados de Dios y los guerreros del Diablo (llamados chabochis: la palabra con que los rarámuri designan a los mestizos; literalmente, “los que tienen barbas”) mientras se lleva a cabo una danza ritual, pues la esencia de esta fiesta es la reivindicación del enlace entre los rarámuri y Dios.
Para representar el conflicto, bailes, misas, ritos y oraciones se suceden en una explosión más pagana que católica. Llegado el momento, el líder consulta en voz alta a los “soñadores”, los custodios del misterio, quienes solemnemente responden: “Dios es débil y fácilmente vulnerable, porque el Diablo lo obligó a beber tesgüino [bebida alcohólica] en cantidades increíbles, y Dios aún no se ha recuperado”.
Desde su perspectiva, el pueblo rarámuri cumple la misión de proteger a Dios en su tiempo de debilidad; de lo contrario, piensan, el Diablo los destruiría a ellos y al mundo entero. Quizás por eso a la Semana Santa rarámuri se le llama norirawachi, que significa “cuando caminamos en círculo”, porque de hecho la mayor parte de la celebración se lleva a cabo dando vueltas alrededor de cada iglesia en una procesión continua para construir un cordón de fe que defenderá al templo y, por extensión, a Dios.
Así, el jubileo gira en torno a las iglesias diseminadas en un territorio de 35,000 kilómetros cuadrados: he allí el mundo rarámuri –unos 30 templos de impresionante modestia, deliberadamente lejos unos de otros.
¿Sabías de estas procesiones? ¿Te gustaría asistir a alguna? Cuéntanos qué opinas y cómo conmemoran la Semana Santa en tu lugar de origen.