La cascarita: el verdadero futbol mexicano

En México, el futbol se juega, se sueña, se sufre. Cada Copa del Mundo los mexicanos sueñan con llevarse el título de campeones y terminan lamentando la derrota. El futbol es un deporte que se aprende a amar desde la infancia, pero también a sufrir, porque hay fracasos, errores y mala suerte.

“Gol para” o “cascarita”: las variantes del juego

En las calles del barrio, se necesitan al menos dos jugadores para comenzar el juego. “Gol Para” es la variante ideal cuando hay únicamente dos personas, porque sólo bastan un portero y un jugador para divertirse: la sencilla dinámica del juego es que el jugador que mete gol ocupa el lugar del portero.

La cascarita, por su parte, es casi un ritual para los niños en México. Una cascarita comienza cuando hay por lo menos cuatro participantes formando dos equipos de dos jugadores. La cascarita es un partido rápido que no se rige bajo las estrictas reglas de un juego profesional. Las dos normas básicas son no tocar el balón con la mano y no lastimar a tu contrincante.

Según el historiador Carlos Calderón, el origen de la palabra cascarita y el verbo cascarear, se remonta a principios del siglo XX cuando se comenzó a popularizar el uso de la naranja como balón, a la que se le extraía previamente el jugo por un orificio para que no manchara a los jugadores.

¿Cómo se juega una cascarita?

El balón para jugar una cascarita puede ser, desde luego, un balón de futbol pero también sirven balones de otros deportes (incluso pelotas de tenis), botellas de plástico, cáscaras de frutas, cajas y hasta piedras.

Por la rapidez que da una cancha pequeña y la ausencia de reglas, los marcadores de las cascaritas alcanzan cifras estratosféricas para el futbol, pocas veces vistas a nivel profesional: 30 goles a 23, 15 a cero; lo que es quizá una de las razones de que la cascarita sea tan divertida.

Al terminar las clases, en la cercanías de las escuelas, o por la tardes en parques o a mitad de calles poco transitadas, los niños colocan dos marcas (pueden ser piedras o zapatos) por cada lado para indicar las porterías.

No hay árbitro, no hay entrenador, no hay estadio, en cambio hay jugadas afortunadas o desafortunadas, errores garrafales, risas, frustración, tristeza y de vez en cuando algún destello de magia pura.

¿Cuánto dura una cascarita?

Cuando un equipo se enfrenta a otro mejor (quizá se trata de jugadores de mayor edad o de jugadores con más tiempo formando parte de un equipo) es inevitable pensar en rendirse, en abandonar el juego.

Sin embargo, a menudo hay alguien (un padre, un amigo, un simple curioso) fuera del terreno de juego que anima, que recuerda al equipo perdedor que debe seguir hasta el final, que el partido no se acaba hasta que se acaba, que la derrota debe llevarse con honor.

La duración de un partido es indefinida, generalmente dura hasta que alguno de los equipos decide retirarse del campo.

Cuando se hace tarde, las madres saben dónde encontrar a sus hijos: están jugando bajo el sol o la lluvia, están tomando agua del grifo después de la victoria o la derrota, descansan bajo la sombra de los árboles luego de un intenso encuentro.

El amor al futbol en estado más puro

El futbol de la infancia es el futbol en su estado puro, sin presiones de dinero y de medios de comunicación, sólo el deseo de jugar, el amor por la gambeta y el grito de gol, las ganas de convertirse en héroe como Hugo Sánchez, el mejor jugador en la historia del futbol mexicano.

Hugo Sánchez

Hugo se formó en el equipo de la Universidad Nacional Autónoma de México, la mejor y más grande institución educativa de nivel superior del país, y llegó a España y triunfó en el Real Madrid con una carrera de ensueño.

Aún hoy, luego de al menos treinta años de su momento culminante, Hugo Sánchez continúa siendo una leyenda, aunque quizá hoy un poco opacada en las preferencias de los niños gracias a dos nuevas leyendas mundiales: Lionel Messi y Cristiano Ronaldo.

No importa qué héroe prefiera, el niño mexicano siempre soñará con tener una estrella de campeón del mundo en el uniforme tricolor del equipo nacional. El amor que los niños le profesan a la Selección Mexicana es casi inmune a la desilusión.

Amor más allá de la derrota

Con frecuencia los jugadores profesionales del equipo que participa en una Copa del Mundo, no están a la altura del amor al futbol que los niños tienen, sin embargo éstos continúan apoyando y soñando.

La Decepción Mexicana y sus constantes derrotas en partidos importantes son una tradición, pero los niños saben que al final de un partido profesional, siempre los espera la calle con sus porterías de piedras y los amigos para jugar el mejor partido de sus vidas.

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